por Estanislao » Mar Jun 28, 2005 1:26 am
Aquí transcurrió una infancia muy feliz. Los del barrio de arriba, de abajo, de las casillas, de los chozos, del otro lado del río, las pandillas, los mayores, los pequeños. No se pero todos los días teníamos peleas. Peleas con espadas de palo, guerras con flechas hechas de varas de biznagas con arcos de cuerda con madera de olivo, peleas con tirachinas, a pedradas. Al dicho: lo que cae del cielo no hace daño. Teníamos la cabeza frecuentemente vendada y de forma permanente ondulada como consecuencia de haber parado tanta piedra con la misma. Los novillos. Los "sabotajes" (en palabras del Sr. Cascos) a los guardas de los tranvías soltándoles los remolques, subiéndonos por entre los vagones, removiéndoles la carga. Bañándonos en las balsas, en el río, en el pantano, en los canales, todos desnudos. Eramos o estábamos salvajes. Curiosamente estábamos todo el día en la escuela: de 9 a 14 y de 15 a 22, con una interrupción para recreo y bocadillo a las 17 h. Teníamos las clases oficiales de la RENFE y las clases particulares para prepararnos el bachillerato. Los más mayores, relativos, eramos los maestros de los más pequeños. O sea los de 9 para los de 7 u 8, los 12 para los de 10 u 11 y de ahí para abajo. Eramos ciento y pico, si faltábamos alguno no se notaba y tampoco perdíamos mucho, después de tantas horas seguidas. Menos mal, así nos aprovechó algo.
Las líneas delgaditas que se ven son las vías del tranvía. El que sale para la izquierda es el que sube a Linares y el que pasa por debajo, cerca de las agujas de entrada lado Madrid, es el que iba a Úbeda y Baeza-Pueblo.
La vía que sale más a la izquierda iba reculando a la fábrica de Espuny, a la ENIRA (Empresa Nacional de Residuos Agrícolas, una de las muchas del INI que nunca funcionó), luego Azucarera, y a los Forestales que tuvieron su momento de gloria, llegando hacía 1965 a Linares-Baeza con su serrería y su carpintería. Justo cuando se acabó el Vapor, sustituyéndonos los costeros y los troncos aquellas astillas que ya no tendríamos más.
Observar la indicación de eje de estación subterránea. Ese era nuestro famoso túnel que teníamos que atravesar en solitario para demostar nuestra hombría. También había que atravesar las balsas andando por el muro de separación de algunas de ellas, ya de pequeños no nos apoyaba el pié, era como andar por la cuerda dura.
Bueno, ya hemos acabado. Yo vivía en la casilla 48 frente a la Reserva de Tracción Vapor, enfrente había un portón en la valla para atravesar las vías, ya sabéis donde pastaba mi borrego, donde cogía las briquetas y las astillas. La parte posterior fueron huertos que se regaban con agua de las balsas que ya no se usaban por no necesitarlas las 140, al final estaba la tapia, la saltaba para adentrarme en los olivares y coger hierba para los conejos y en el otoño, alguna que otra taleguilla de aceituna para echar en agua. En aquellas playas enormes, aquellos vagones con las puertas que no se cerraban derramaban sal que se acumulaba en el suelo en las paradas de los trenes, como también se criaban marranos, que bien les venían a nuestros padres para salar los jamones. En los patios las conejeras, el gallinero con gallinas, claro, pero también con algún que otro pavo para Navidad. Pavo que había que engordarlo dándole atracones de garbanzos y luego ayudándole a pasar por el pescuezo la pelota que le habíamos formado. A veces cogíamos maíz de una tolva que cargaba camiones y que ahí no está representada en la vía más externa frente al edificio de viajeros, el maiz era remansado por el aire en un bordillo del que se recogía fácilmente.
En las casillas de la fila de atrás, las más posteriores eran de los de electrificación, fueron los mimados del ferrocarril cuando se implantó, y las más próximas a la estación la de los jefes del Puesto de Mando, tanto en un grupo como en otro, la más grandes la de los Encargados de Sector e inspectores de movimiento.
Mirar esos patíos que hay en medio de las casillas, eran la escuela, de niños y niñas. Ahí jugábamos al pilla pilla, al churro mediamanga mangotero, a la peonza, al haro, a las chapas, a los cromos, etc. cíclicamente se imponía un juego. Ahí D. Anastasio nos aplicaba la docencia que existía y que le agradezco. En la escuela teníamos los Reyes, la Comunión, el ingreso en el Instituto, nos daban todo los cuadernos, los lápices, los plumieres, los libros. Todo. Repito, estábamos recogidos todo el día. Teníamos clase los sábados por la mañana y si nos castigaban los sábados por la tarde y el domingo después de Misa.
Esa era la vida en una casilla de la RENFE y la enseñanza en una escuela de la RENFE.
Buenas noches. Cuando vuelva de vacaciones, seguiré con las otras líneas que parten de Baeza. Y espero tener algo más de material.
Un saludo a todos. Estanislao
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